martes, 21 de marzo de 2017

Cuando crezcan los laureles



Cuando crezcan los laureles
Por gloria guerrero pereda.
Vista hace fe y me fui al parque de Bayamo esta mañana. Su nombre real es Plaza de la Revolución, escenario de la historia y de cuanto acontecimiento social o sentimental acompaña la memoria de los habitantes de la Segunda Villa fundada en la isla de Cuba y desde tiempos pretéritos Monumento Nacional.
Pero yo, como casi todos, prefiero llamarlo el parque, mi parque, el de las retretas de los fines de semana, el de la adolescencia, el de los amores extraviados, el de las vueltas al revés, el de Carlos Manuel de Céspedes erguido para siempre, el de Perucho  y el himno, el de las discusiones interminables de la pelota , el lugar del fresco y el descanso  y solo en el tiempo que transcurre lentamente, una de las herencias más hermosas para los que vienen creciendo.
Por estos días el parque vuelve a ser noticia, comentarios, fotos en las redes sociales, la gente comentando a toda hora, porque sus grandes árboles, de inmensas copas verdes y frescas, han desaparecido, dejando un espacio abierto, implacablemente solitario, huérfano, diría alguien esta mañana a mi lado con esa sabiduría que tienen las personas del pueblo.
La cuestión ahora no es ponerse sentimental, a veces malas decisiones son capaces no solo de arrancar un árbol, que de hecho cuando se sembró tampoco pasó por un análisis inteligente, sino de arrancarte el alma, sin contar, claro, los llamados molestos gorriones, que al fin y al cabo, eran parte del entorno y como fauna acompañante, también tenían derecho.( el planeta no es sólo de los seres humanos). En pocas palabras: gente sin sombra y gorriones sin casa.
Ni siquiera se trata de avalar o no la necesidad de tumbar unos árboles, cuyas raíces han roto- no mucho- según me fijé esta mañana en los que quedaban en pie, los canteros pequeños en que fueron sembrados hace años en sustitución de los que había, ya que estos que ahora se van sí eran los adecuados  ¿ será?, indudablemente no.
Error con error se paga. Ya estos no funcionan. Debió pensarse entonces, pero no se pensó.
El error a mi modo de ver está ahora en la forma en que están siendo sustituidos, en un programa de “tumba y bota”, mientras se siembran tímidamente, con menos premura que  la acción de arrancar, unos arbustos pequeñitos que según los especialistas ni van a crecer tan rápido, ni son los adecuados, y cito a una persona de gran conocimiento, el ingeniero bayamés José Zayas con quien compartí el artículo siguiente, escrito en Colombia, y pienso que además de atinado, es perfectamente  válido, porque tierra es tierra, parque es parque y Ficus es Ficus, donde quiera que se plante:
“Nombre científico: Ficus Benjamina. Nombre común: laurel. Especie originaria del trópico asiático (India, China, Malasia) que alcanza 35 metros de altura y 25 metros de diámetro de copa, sus raíces son extendidas, superficiales e incluso aéreas (sobresalen del suelo), de manera que son muy agresivas y destructivas (Herrera,2009: 138)”
 “...el ficus no se debe sembrar en antejardines o zonas verde limitadas (...) su sistema radicular superficial, por ser una especie hidrófita, apetece el agua y produce severos daños en las redes de acueducto y alcantarillado” (1997: 2D).
Y continúa el artículo: “Frente al ficus hay que decir que, hace 50 años cuando se empezó a plantar en las ciudades colombianas, no se conocían los daños causados por sus gruesas y extensas raíces que buscan el agua, y que por tanto rompen tuberías a gran distancia de donde está el árbol plantado. Las raíces se meten en las tuberías, allí crecen con holgura hasta que las taponan. Las reparaciones de este tipo de daño, que se presentaron en Ibagué y por eso están prohibidos los ficus en esa ciudad (al igual que en Neiva), son muy costosas y generan una serie de problemas urbanos paralelos, como congestiones urbanas por vías cerradas (durante meses) para la reparación de las tubos del alcantarillado taponado que corren por debajo de las vías. Además de lo anterior, las raíces de este árbol rompen cimientos de obras arquitectónicas y civiles En resumen, el ficus es una especie apta para la China y Malasia, de donde es oriundo, pero es completamente inadecuado para Colombia”.
En esta historia  hay muchos responsables, y cada quien sabe o sabrá, cuando crezcan los laureles, si hubiese sido menos costoso escoger una especie adecuada, tumbar poco a poco e ir sembrando, quizás árboles más grandes, que en poco tiempo brindaran la sombra y el bienestar que hasta hoy ofreció este importante pulmón de la ciudad.






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