viernes, 24 de mayo de 2019

Hacer la diferencia.


Hacer la diferencia.
Por Gloria Guerrero Pereda.

Donde se habla del alma de las cosas

Más de 17 mil cirugías mediante la técnica de Mínimo Acceso se realizaron en Granma desde que en el 2002 este servicio comenzara a utilizarse en la provincia. Sin dudas, una práctica novedosa que ofrece amplios beneficios a  los pacientes, en tanto minimiza los riesgos operatorios y post-operatorios, a la vez que disminuye la cantidad de recursos empleados.
Toda cifra es importante cuando de modo general se quiere dar una idea del beneficio recibido por una parte importante de la población que en estos 17 años resolvió sus dolencias gracias a esta técnica quirúrgica.
Pero aquí no se trata de cifras, los números -ya lo sabemos-,   siempre van a estamparse en  informes dispuestos a dormir en los archivos, hasta que alguien los necesita.
 Después de casi dos décadas de contar con esta práctica que no por “mínima” deja de ser especializada y compleja, se impone hablar de talento, habilidad, destreza, sacrificio, alternativas, compromiso, deseos de hacer y sobre todo, de una alta dosis de humanidad del equipo de Cirugía de Mínimo Acceso del Hospital Provincial Docente Clínico-Quirúrgico Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo.
No hay enfermedades, hay enfermos.
Son 19, entre cirujanos, anestesiólogos, enfermeras y auxiliares y camilleros que también son importantes, en el asunto de la higiene y en eso de llevarte como en la bruma de un sueño hasta la pequeña sala de unas seis camas donde te recibe Eguert, un experimentado enfermero.
Ese es casi el final feliz de un dolor agudo de vesícula biliar  que  a  esta periodista ,  ya  bien recuperada (aunque todavía asombrada), como a muchos otros, la llevó a  buscar los servicios de cirugía por mínimo acceso.  
Diferente en esencia y resultados resuelve en este momento  todas las dolencias posibles y a pesar de las múltiples carencias que afectan el sistema de salud en nuestro país va en camino, no lo duden, de lo que será la cirugía sin huellas.
Eso no sería posible si este equipo, que funciona como una maquinaria bien engrasada, no tuviera, además,  la virtud de poseer alma y sentimientos y alternativas para cada paciente (que son muchos) por aquello que practican cada día: “no hay enfermedades, hay enfermos”
Aquí, como dicen, todo vale, desde la sonrisa conque te reciben en la masiva consulta de los viernes,- donde aún no me explico cómo pueden atender con tanto rigor a decenas de pacientes nuevos y de reconsulta post-operatoria,- hasta que te despiden con una frase que si usted le pone el alma del mismo modo que ellos se la ponen, funciona: “mente positiva”.
Aunque el día a día de este centro hospitalario se ha convertido desde hace unos años en remodelaciones, mejoras y ampliaciones,  lo cierto es que ya todo resulta pequeño e insuficiente en “el Céspedes” como lo llamamos los granmenses.
La población que atiende se ha triplicado, a la vez que creció el conocimiento de las personas en la prevención y solución de sus problemas de salud, mientras que por otra parte decrecen los insumos y se hacen viejos e insuficientes  los equipos.
Nunca me he sumado a eso de “hacer con nada”, porque con nada no se hace nada, pero si se que con poco, si usted le pone voluntad y amor, empeño y deseo, talento y preparación  y  a eso le agrega la capacidad que tenemos los cubanos para encontrar alternativas, entonces tendrá resultados.
Las piedras de mi camino
Dicen que uno aprende algo todos los días y es cierto. Llegué con ellos bastante desconfiada, no por ellos, porque no es secreto para nadie la calidad de los médicos cubanos, sino por mí: demasiadas dolencias crónicas, riesgos de complicaciones y también mucha edad (eso tampoco es secreto para nadie). Estaba segura de recibir un No rotundo.
El doctor Andrés Fernández, jefe del Servicio de Cirugía de Mínimo Acceso, ese joven alto y sosegado, me miró con una sonrisa y me dijo : Sí, pero debe valorarte la anestesista y entonces llegó la Doctora Marta Rosabal, un amor de persona, con una  larga experiencia y un entusiasmo que sobrepasó mis negros pensamientos.
Ahí comenzó más de un mes de tratamientos, recomendaciones, consultas y revisiones hasta que ambos estuvieron seguros  y entonces, en un satiamén, salí del peor de los martirios: piedras de todos los tamaños en una vesícula que nunca se había quejado de nada hasta que….. ( perdón, no puedo hablar de ella….. me duró bastante).

Un mínimo que se convierte en máximo.
Es increíble la rápida recuperación  de una cirugía por Mínimo Acceso, sólo el que lo experimenta puede apreciar no sólo el bienestar casi inmediato, sino también los riesgos que evitó, incluso algunos que pudieron poner en riesgo su vida.
Para que se tenga una idea de la importancia de la práctica de la cirugía minimamente invasiva, existe en Cuba desde el año 2003 el Centro Nacional de Cirugía de Mínimo Acceso (CNCMA), institución encargada de liderar asistencia, docencia e investigaciones e introducir tecnologías de punta, aunque ya se practicaba en en el país dede 1991.
Actualmente este proceder  se ejecuta  en  53 hospitales del archipiélago cubano, desarrollándose en 13 especialidades médicas con cerca de 50 mil cirugías anuales.
Como ven son cifras que saqué de esos informes que duermen en algunas gavetas y eso no está mal, pero vamos a lo que interesa, que es en definitiva el alma de las cosas.


Puestos en una balanza los beneficios al  paciente frente a una base tecnológica en extremo costosa que se renueva costantemente, es evidente que nuestro país, aún sin grandes recursos, apostó por la calidad de vida y abrió la puerta a la llegada de un nuevo acontecimiento  de la medicina en el mundo.
Y esa más que una idea, sin romanticismos ni utopías, fue, es y será un reto para la salud pública cubana, en un panorama mundial donde ya existe la nanotecnología, la robótica, la realidad virtual y otros avances al servicio de  una cirugía que ya no pertenece al futuro sino al presente.
 No hay que desconocer la realidad de una Cuba bloqueada, con enormes limitaciones económicas  y que sin embargo posee el mejor de los recursos: el humano, y es aquí donde entra el ingrediente principal: el alma de las cosas. Esa que anima el día a día de este pequeño pero nunca mínimo colectivo que en nuestro hospital Carlos Manuel de Céspedes, hace la diferencia.