San Salvador de Bayamo
(II)
Por Gloria Guerrero Pereda
Aunque los asentamientos de San Salvador y de Bayamo
se aprovecharon como plataforma para la conquista de otros territorios y el
establecimiento de nuevas villas, San Salvador estaba condicionada por escasa
población, inexistencia de tierras fértiles, no estaba a orillas del mar, ni
poseía yacimientos de oro.
Por otra parte, es
significativo que en esta zona coexisten dos poblaciones hispanas: una
en el Guacanayabo y otra en el poblado indio de Bayamo. Sin embargo, San
Salvador no tuvo nunca la prosperidad que se esperaba, en tanto en Bayamo
florecían principalmente los cultivos agrícolas.
San Salvador fue decayendo y finalmente en 1515 el
monarca español le comunica al Adelantado Diego Velázquez, que el punto de
contacto de las naves de la metrópoli con la isla sería en Trinidad porque allí habían sido
descubiertas unas minas de oro. No obstante, Velázquez logra convencer al rey
de trasladar a Santiago de Cuba el punto de encuentro, donde dijo existía una
excelente bahía.
Así comienza a languidecer el primer emplazamiento de
la segunda villa y es entonces que a partir de este momento, que los pobladores
de Bayamo, estos hombres que se encontraban desde febrero de 1512 asentados en
la márgen derecha del rio Bayamo, comienzan a pedir que la segunda villa sea
trasladada hacia Bayamo.
Según consta en el artículo Los titubeos de Diego
Velázquez, del Msc Ludín Fonseca, historiador de Bayamo: “Ya en 1512 en Bayamo coexistían de forma
permanente la población aborigen y española, y la segunda utilizaba a la
primera como mano de obra; se iniciaba el proceso de transculturación entre
ambas, como resultado de la cohabitación. Igualmente existían importantes
volúmenes de producción y concurría una red de caminos que la comunicaban con
otros espacios; el río no solo ofrecía alimentos, sino una alternativa de
comunicación, era la salida al mar. Se había establecido una institución
religiosa, pues el fraile Bartolomé de Las Casas residía en el poblado, y
estaba acantonada una fuerza militar”.
Aunque a lo largo de la historia se han asignado 10
posibles sitios de emplazamiento de la segunda villa --entre el tiempo
transcurrido desde la desaparición de San Salvador y la ubicación de la villa
en la márgen derecha del otrora
navegable río Bayamo---, es incuestionable que en ese momento no existía ningún
otro asentamiento en la zona que pudiera disputarle la hegemonía de ser el núcleo poblacional y económico
más floreciente.
Es entonces que a partir
de junio de 1515 puede hablarse del surgimiento de la segunda villa nombrada
como San Salvador de Bayamo.
Creyó Diego Velázquez que en estas tierras había salvado a los cristianos del irredento
Cacique Hatuey. Con orgullo han llevado
sus pobladores el nombre de San Salvador de Bayamo, pueblo aborígen que levantó
sus casas y sus muros a fuerza de lágrimas y dolor, dueño de la inmensidad de
este valle, de sus bosques seculares, de sus montes, el pueblo de piel cobriza,
ojos oscuros y largas y negras cabelleras, el pueblo que recogió las cenizas
del indio inmolado convertido en la luz de un mito que aún permanece, el pueblo
rebelde que durante siglos lustró su cabello aborígen y con el se fue a la
guerra hasta alcanzar su independencia.