martes, 29 de octubre de 2019

No es un invento cubano


Menos una y más una no es un invento cubano.
Por: Gloria Guerrero

Los criterios, como los gustos,  son diversos y eso es justo, cada persona es un mundo, así que en este verano cubano casi ininterrumpido, deseamos que llegue nuestro invierno, flaco, es verdad, pero es nuestro invierno… y luego si se extiende un poco, la pregunta es: ¿cuándo se irá este frío? 
A esta inconformidad congénita del cubano, se añade el ya tradicional cambio de hora, que, por supuesto, a algunos gusta y a otros no…. y los hay, puedo asegurarlo, que confirman:   “…..es un invento cubano”. Nada más alejado de la verdad.
Fuentes bien documentadas aseguran  que  la idea  surgió en 1784, cuando Benjamín Franklin , para esa época embajador de Estados Unidos en Francia, propuso a través del diario Le Journal de París, algunas medidas destinadas al ahorro energético y aunque tales medidas no fueron tomadas muy en serio, sí evolucionaron en el tiempo hasta que se llegó a la conclusión de la conveniencia de cambiar la hora en pos del ahorro energético, lo que sucedió 190 años después.
Cuentan que la primera vez que se aplicó el cambio del horario estándar al horario de verano fue durante la Primera Guerra Mundial , la práctica retornó en 1973 durante la crisis del petróleo, cuando algunos países modificaron su horario oficial en busca del ahorro energético.
Otras fuentes señalan a un constructor británico Willian Willett, como  el dueño de tal idea, la cual fue aplicada en 1916 en gran parte de los países europeos y dos años después en Estados Unidos.
Así las informaciones del tema son diversas, se dice que 96 países del orbe lo utilizan cada año, mientras otros  186 lo usaron en algún momento y luego abandonaron esa práctica, que las Islas Malvinas mantiene el horario de verano de forma permanente desde el 2011 y que en los países cuya religión es el Islam, se interrumpe durante el Ramadán.
Todos coinciden en la época de cambio: entre marzo y finales de octubre o principios de noviembre, con una clara conciencia de la importancia del ahorro de energía y en esto Cuba no es la excepción Aquí se ha adoptado el horario de verano por varias veces, la primera de ellas, en 1928.
Y como costumbre beneficiosa que debería ser adoptada en todo el mundo, los cubanos adelantamos nuestros relojes y nuestras vidas una hora el segundo domingo de marzo y retornamos al horario normal el primer domingo de noviembre.

Lo cierto es, que amén de los gustos de cada cual, el beneficio es incuestionable al propiciar un importante y necesario ahorro energético ya que se aprovecha la luz solar durante más horas en todas las actividades laborales y domésticas, siempre teniendo en cuenta que al ser las noches más largas hay una necesidad mayor de la luz artificial y por tanto  es preciso hacer un uso adecuado de la electricidad.
Pero el horario de invierno, estándar o normal también tiene sus encantos, sobre todo para quienes aprovechan a dormir un poco más a esa hora en que a casi  nadie le gusta levantarse.
Así que el sábado 2 de noviembre, que ya se avecina, hágase dueño del tiempo, retroceda una hora cuando su reloj marque las 12 en punto de la noche y amanezca un domingo que le durará más de lo que necesita.
Es simple, una hora más y una hora menos,  y aunque algunos no lo crean no es un invento cubano.






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