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No me explico por qué nunca se apareció y digo apareció porque esta
imagen tiene la virtud de llegar como una visión…pero no, a pesar de que en mi
desespero de saber todo de Haití, revisé, busqué, oí….
Sólo ahora, después de dos años
del terremoto, llega de pronto ante mis ojos con toda la carga que es capaz de
trasmitir. Es cierto que no necesita comentarios, que está ahí como un
testimonio pavoroso, a la vez que alentador de una realidad que no ha variado
mucho en el tiempo.
Pero tengo que confesar que desde
mi dolor, esta foto me devolvió todas las imágenes, todos los recuerdos, todo
el tiempo, todos los rostros, todas las sonrisas, toda la música, todo Haití
con un ramalazo de espanto.
Mirándola camino por aquellas
calles atestadas de Puerto Príncipe, y me sonrío en la memoria a saber con
cuantos que yacen ya sin sonrisas, sin cantos, sin música.
Gentes con las que jugué muchas
veces con palabras aprendidas al vuelo entre creole y español, mientras ellos
reían, siempre reían a pesar de sus desgracias, de esta periodista que
confundían con una médica cubana y esa era entonces la palabra mágica para ser
bien recibida, en cualquier esquina, en cualquier comuna, en cualquier lugar.
Benditas entonces las manos y la
inteligencia que fueron capaces de reflejar con tanta vida la espantosa
realidad de los haitianos, porque también y con mucha fuerza reflejó lo que ese
pueblo no perderá jamás: la esperanza.
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