Menos una y más una
no es un invento cubano.
Por: Gloria Guerrero
Los criterios, como los gustos, son diversos y eso es justo, cada persona es
un mundo, así que en este verano cubano casi ininterrumpido, deseamos que
llegue nuestro invierno, flaco, es verdad, pero es nuestro invierno… y luego si
se extiende un poco, la pregunta es: ¿cuándo se irá este frío?
A esta inconformidad congénita del cubano, se añade el
ya tradicional cambio de hora, que, por supuesto, a algunos gusta y a otros no….
y los hay, puedo asegurarlo, que confirman: “…..es
un invento cubano”. Nada más alejado de la verdad.
Fuentes bien documentadas aseguran que la
idea surgió en 1784, cuando Benjamín
Franklin , para esa época embajador de Estados Unidos en Francia, propuso a
través del diario Le Journal de París, algunas medidas destinadas al ahorro
energético y aunque tales medidas no fueron tomadas muy en serio, sí
evolucionaron en el tiempo hasta que se llegó a la conclusión de la
conveniencia de cambiar la hora en pos del ahorro energético, lo que sucedió
190 años después.
Cuentan que la primera vez que se aplicó el cambio del
horario estándar al horario de verano fue durante la Primera Guerra Mundial ,
la práctica retornó en 1973 durante la crisis del petróleo, cuando algunos
países modificaron su horario oficial en busca del ahorro energético.
Otras fuentes señalan a un constructor británico
Willian Willett, como el dueño de tal
idea, la cual fue aplicada en 1916 en gran parte de los países europeos y dos
años después en Estados Unidos.
Así las informaciones del tema son diversas, se dice
que 96 países del orbe lo utilizan cada año, mientras otros 186 lo usaron en algún momento y luego
abandonaron esa práctica, que las Islas Malvinas mantiene el horario de verano
de forma permanente desde el 2011 y que en los países cuya religión es el
Islam, se interrumpe durante el Ramadán.
Todos coinciden en la época de cambio: entre marzo y
finales de octubre o principios de noviembre, con una clara conciencia de la
importancia del ahorro de energía y en esto Cuba no es la excepción Aquí se ha
adoptado el horario de verano por varias veces, la primera de ellas, en 1928.
Y como costumbre beneficiosa que debería ser adoptada
en todo el mundo, los cubanos adelantamos nuestros relojes y nuestras vidas una
hora el segundo domingo de marzo y retornamos al horario normal el primer
domingo de noviembre.
Lo cierto es, que amén de los gustos de cada cual, el
beneficio es incuestionable al propiciar un importante y necesario ahorro
energético ya que se aprovecha la luz solar durante más horas en todas las
actividades laborales y domésticas, siempre teniendo en cuenta que al ser las
noches más largas hay una necesidad mayor de la luz artificial y por tanto es preciso hacer un uso adecuado de la
electricidad.
Pero el horario de invierno, estándar o
normal también tiene sus encantos, sobre todo para quienes aprovechan a dormir
un poco más a esa hora en que a casi
nadie le gusta levantarse.
Así que el sábado 2 de noviembre, que ya
se avecina, hágase dueño del tiempo, retroceda una hora cuando su reloj marque
las 12 en punto de la noche y amanezca un domingo que le durará más de lo que
necesita.
Es simple, una hora más y una hora
menos, y aunque algunos no lo crean no
es un invento cubano.